La garganta y su pulso de los últimos ocho días.
Un combate entre el bien y el mal, tirándose de los pelos,
desgañitándose en el ring, mientras afuera no es verano, es un ficticio otoño
con motas de “morriña” por los treinta y tantos.
Muerdo mi manzana matutina y ya escurre perfectamente el
jugo en el cogote. La fiebre de anoche murió en las sábanas que ya se retuercen
en la lavadora... entre sueños registro las palmaditas del Gaviero queriendome
ahuyentar las pesadillas: Comprar un atrapasueños (lo añadiré a la lista de
pendientes).
En la ignorancia de la noche, pude advertir muy en el
interior que cada vez que hay un cambio concluyente en mi vida, el cuerpo protesta:
garganta, estómago, pulmón.
A todo esto, inmejorable es el júbilo de saberme en otras
grutas, con otro sentido. Rastreando otros golfos, otros arenales.
Aprieto el pañuelo y enjugo los resabios del acoplamiento.
La sonrisa despliega su palma en toda la que soy.
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