Con sol abrazante, llegué al
terruño. La libertad en el viento azuloso y sus nubes arrebujadas…
Contrayendo la mirada distinguí
el coche de papá, apagué el cigarro tomando mi maleta. Mamá me buscaba dentro
de la estación, hasta que topamos y juntas subimos al auto.
Rock sesentero en el estéreo... la
memoria me hizo tener menos 25; sonreír y tararear el estribillo…
Velozmente los ojos escrutaban
referencias de casas, negocios e incluso calles que ya no existen. ¿Cuándo desfiló
la adolescencia y la juventud? La niña de preparatoria hoy redescubría el
tiempo con adultez…
Llegando a casa el recorrido
amoroso por la cantera, la piedra, enredaderas y flores…la memoria peldaño a peldaño.
El olfato hasta el “huele de
noche”… la ventana de mi antigua habitación.
Todo en su fresco orden, el
comedor, la sala, la chimenea. La terraza y su mullido jardín.
Una sonrisa de mi sobrino y su trepidar
por todos los humores en un breve gesto.
La acogida de mi hermano, fortaleza en sus brazos rodeando mi desazón.
Cervezas en el centro, el cantador, las regocijantes fuentes. Luces de Catedral: fuegos artificiales, incontables cigarros... Noche, día: imperturbabilidad y oído de mi hermana… Cumpleaños de mamá, asado en el jardín... música, pastel de chocolate, tinto de verano en otoño.
Mi voz en las penumbras…
Cervezas en el centro, el cantador, las regocijantes fuentes. Luces de Catedral: fuegos artificiales, incontables cigarros... Noche, día: imperturbabilidad y oído de mi hermana… Cumpleaños de mamá, asado en el jardín... música, pastel de chocolate, tinto de verano en otoño.
Mi voz en las penumbras…
Nunca abandonarse a sí misma.
Un festín para el corazón que se lame, se remienda, se quiere.
Manjar para el futuro....
una botella de tinto-azul,
atajando el sendero,
bajo una misma luna.
Manjar para el futuro....
una botella de tinto-azul,
atajando el sendero,
bajo una misma luna.