Después de un nubarrón de fin de semana, donde se argamasa el
desvío, la malquerencia; la rabia se hace presente y disipa la poca paciencia
que se tiene.
Remolcando las palabras, el llanto, la frustración, uno se
queda balbuceando en los peores lugares
imaginados. Un piso de cocina por ejemplo.
Así, con un rollo de papel en la mano, el sollozo en la
garganta y el absurdo canto de los pájaros; gotea el sentimiento más puro, sincero.
De una discusión pequeña, inofensiva, se revelan las
verdades más feroces.
La realidad ha roído un tanto del corazón.
En el descuido de posar el cuerpo en el lugar más frío,
con las peores verdades, y la terrible sacudida, es que uno pesca los
resfriados.
2 comentarios:
Excelente! este si es para enmarcarlo.
Rubencinsky
Gracias Rubencinsky.
Duele, solo eso.
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