viernes, 16 de mayo de 2014

Las cosas perdidas...

Como en el País de las últimas cosas (by P. Auster), hoy caminando en la estación del metro bus, miré al suelo curiosa. Una manía que no he notado extravagante, más bien es un asunto de exploración, de hábito matutino, de recorrido visual.

Decía. En mi hurgamiento encontré tres fotos infantiles recién tomadas y un broche para el pelo denominado "catarina".
No me atreví a tomar el botín. Había prisa. Gente. Prisa. Vergüenza. Si, también suelo ser tímida en mis hallazgos.Me ocurre con frecuencia. Tropiezo con ellos y no me animo a raptarlos, a llevarlos del piso a la mano, de la mano al bolso. Posteriormente en privado, revisar el/los trofeo-s y decidir qué hacer con ellos. No es que los coleccione. No. Pocos de estos objetos extraviados permanecen conmigo. Uno de ellos la ballena purpurina de peluche que previo baño, se convirtió en el juguete favorito de mi Kitty.

Dilucidando, en mis dedos han rezado: ligas para el cabello, una muñeca divina del tamaño de mi pulgar, moneditas de 10, 20 y 50 centavos, un billete de 20 pesos, seguros de ropa, botones, aretes solitarios, pasadores, llaves... 

Este juego con la casualidad y el azar me embriaga la cabeza donde además de ser un animal indagador de banquetas, soy una contadora de historias. En el fondo, tengo fascinación por concebir un relato, explicación o fantasía para cada una de esas cosas perdidas....


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