lunes, 20 de octubre de 2014

Mrs. Robinson


Alcanzando en breve con fanfarrias, bombo y platillo los 42 años…. Woooow!
No canas -aunque usted no lo crea, a las pruebas me remito-, piel aceptablemente correcta y uno que otro mal pliegue en la frente.
Me he mirado al espejo, con el cabello escarlata, las pecas en su sitio, me acerco...Observo los rincones de las mejillas, los pómulos, las comisuras... No, no hay que engañarse, no tengo 25 ni 35...
Luzco alegre... a veces asquerosamente deprimida, otras muy solemne, y varias-muchas circunstancial: en conjunto un síndrome no dispuesto, no planeado, ni siquiera idealizado de una especie de Mrs. Robinson, mejor aspectada, sonrojando a uno que otro graduado.
La juventud se estanca en los olfatos y en la mueca. En el contoneo al caminar, en echar los hombros atrás, en almacenar la lágrima de la frustración y torcer la boca para besar más que para desaprobar….
Llegar a esta edad, con sueños provistos de inquietante azul… me suena más en las venas, en la puritita actitud que en el desgaste del cuerpo. A pesar de las ingestiones dolientes, del desencanto o la soledad, siempre se pueden una limpiar las lagrimitas y poner en pié a la mujer que traemos dentro, disfrazada de sol, nube o cometa…
Yo confieso: me visto de océano para mis propios infiernos. Para mi lengua de azúcar, y de sal. Me visto de hada, duende y pirata… y de otras tantas que soy.
Solamente en este divertimento puedo seguir descoyuntándome de risa, puedo  inmortalizar y continuar sin reproche, sin culpa, sin juez….

Una cantante de regadera, una profesional de la cocina, un prodigio en la cama, una amiga legal y solidaria, una simpatiquísima compañera de tragos, una tozuda para conseguir lo que sea, una comprometidísima trabajadora, una loca para amar... pero por encima de todo, una dama para vivir.



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