Alcanzando en breve con fanfarrias,
bombo y platillo los 42 años…. Woooow!
No canas -aunque usted no lo crea, a las pruebas me remito-,
piel aceptablemente correcta y uno que otro mal pliegue en la frente.
Me he mirado al espejo, con el
cabello escarlata, las pecas en su sitio, me acerco...Observo los rincones de
las mejillas, los pómulos, las comisuras... No, no hay que engañarse, no tengo
25 ni 35...
Luzco alegre... a veces
asquerosamente deprimida, otras muy solemne, y varias-muchas circunstancial: en conjunto un síndrome no dispuesto,
no planeado, ni siquiera idealizado de una especie de Mrs. Robinson, mejor
aspectada, sonrojando a uno que otro graduado.
La juventud se estanca en los olfatos
y en la mueca. En el contoneo al caminar, en echar los hombros atrás, en almacenar
la lágrima de la frustración y torcer la boca para besar más que para
desaprobar….
Llegar a esta edad, con sueños
provistos de inquietante azul… me suena más en las venas, en la puritita
actitud que en el desgaste del cuerpo. A pesar de las ingestiones dolientes,
del desencanto o la soledad, siempre se pueden una limpiar las lagrimitas y
poner en pié a la mujer que traemos dentro, disfrazada de sol, nube o cometa…
Yo confieso: me visto de océano
para mis propios infiernos. Para mi lengua de azúcar, y de sal. Me visto de
hada, duende y pirata… y de otras tantas que soy.
Solamente en este divertimento puedo
seguir descoyuntándome de risa, puedo inmortalizar
y continuar sin reproche, sin culpa, sin juez….
Una cantante de regadera, una
profesional de la cocina, un prodigio en la cama, una amiga legal y solidaria, una
simpatiquísima compañera de tragos, una tozuda para conseguir lo que sea, una comprometidísima trabajadora, una loca para amar... pero por encima de todo, una dama para
vivir.
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