He pensado en usted, como se piensa en el loco de un tango:
Bailoteando, chocando entre esquinas de ciudades tomadas.
Le he esperado en el filo de todo risco, de
cada línea oblicua... de cada sombra salvaje.
He mirado las nubes ensortijadas, primaverales y no he
podido hallar su brazo para la caminata diurna.
Tal vez un floreciente hechizo pudiera sacar de su chistera
el elixir mágico. Debería regalarle un amuleto, o un viaje en tren... quizá
jugarle una carrera en bicicleta.
¿Cual camino preferirá para sujetar mi mano y seguir
escribiendo? ¿Qué hálito de vía láctea debo verter en sus ojos? ¿Cuántos
duendes debo apostar en sus pasos, en su risa?
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