jueves, 9 de octubre de 2014

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Bosquejar un plan de vida falla 
cuando llega la muerte.

Bajo la primicia descrita, uno parte infaliblemente de la ausencia.
Del “alguien” que dejó de ser, que ya no está, que no respira, que no ríe que no habla.
Han sido días ciegos, tácitos. Hay tormenta al interior de este otoño. Llorar como muñeca fea:  “escondida por los rincones”, de momento, ha sido liberador.
En el fondo me digo: no es solo la pérdida física de mis seres excepcionales, de mis personas predilectas, de mis afectos amados: Aquellos con los que naciste y te regalaron besos, historias; los que te consolaban o te enseñaron a leer y a escribir… con los que compartiste ideales, viajes, paseos, días de campo, fogatas, libros, poemas…frustraciones, rodillas raspadas, exámenes reprobados, bailables y cantos...

Siendo incluyente con el animal que llevas dentro, coses el pañuelo negro que irá sobre tu corazón desjugado, drenado...

La retentiva es punzante. Es lapidaria. La erosión de la que fuiste, jadeante y repleta “in love”, esa que ahora no eres, que enfermó, y va con el dolor de lo que se ha muerto dentro de ella.
No es la pérdida física -temida tan angustiosamente-. Es el espeluznante silencio entre dos que no se entienden, no se miran, no se recuerdan.






1 comentario:

juanburgana@gmail.com dijo...

PRECIOSO,ME ENCANTO UN BESO AMI LIBRO DE CAMA,FANTASTICO.